lunes, 17 de junio de 2013

Chiquilladas.


Teníamos una sola televisión en blanco y negro y era todavía de bulbos, duraba un mes funcionando y 1 o 2 años descompuesta, años después compraron otra que duraba menos funcionando.  En la casa por las mañanas, cuando todavía no era ni siquiera un párvulo, recuerdo jugar con el voluminoso radio de bulbos a teclas para sus múltiples frecuencias de onda corta y larga, esperando con ansia a mis hermanas mayores para practicar múltiples juegos, correr alrededor de las literas, que las juntábamos al centro de la habitación y corríamos alrededor de estas, con el pasadizo central de colchones, de repente aderezado con que mi hermana la 2ª, la “Burbi” se pega en una esquina y nos dan una felpa a casi todos, solo la mayor, la “Gordi” se salvó por pegársele a una tía para ir a la farmacia, comprar curitas, agua oxigenada y poder curar las heridas de la “Burbi” que se abrió la cabeza, nos quedamos sin el juego de las literas.
A la “Burbi” le gustaba jugar a hacer billetitos rompiendo libritos, recuerdo como le gustaba enseñar los fajos de “billetes” hechos por ella, siempre andaba muy distraída, desde pequeña le gusto la mitología griega, dándonos luego clases en una pared como pizarrón, pintando signos de Zeus, Hermes  y Afrodita, también nos tenía luego con la boca abierta contándonos las historias de los trabajos de Hércules. En la primaria iba baja de calificaciones hasta que un día cayeron en cuenta de que no veía bien, que sufría de miopía, ¡con razón los golpes en la litera!, de sus lentes en adelante siempre fue una estudiante sobresaliente.
A la “Gordi” le gustaba jugar a la maestra de escuela, nos dio nuestras primeras letras a mi hermana la más chica “Mayo” y a mí;  cuando se enojaba era terrible, una vez pique a la tía Chela con un paraguas en el trasero, la cual brinco y se quedó tirada en la cama un buen rato quejándose de la maldad que le infringí,  en castigo la “Gordi” le echo sal a unos caracoles que yo tenía en un frasco como mascotas, pum!, se esfumaron sin hacer ruido en estertores de muerte  y disolviéndose lentamente, convirtiéndose en una espuma fugaz, unos lagrimones se me escurrieron,  pero en silencio  vi todo, de alguna manera aceptando el hecho por la culpa que sentí.  Cuando tenía que  darnos de comer se le quemaba la sopa y así nos la hacía comer, -el que no coma sopa, no come guisado- decía, y aunque a fuerzas nos zampábamos la sopa, ya no comíamos el guisado.
No había en ese entonces control remoto para la tele, “Mayo” y yo, fungíamos como esclavos, - cámbiale al canal ocho, súbele el volumen – decía, si no lo hacíamos nos aventaba una mirada furibunda como solo la “Gordi” sabe hacerlo, siempre terminábamos haciendo lo que nos pedía.
La “Chiquis” era la mediana, la que seguido mi madre se andaba sonando por rebelde y contestona, siempre exudó mucha energía, cuando estábamos ya más grandes para salir a la calle, jugábamos con las bicicletas, futbol, bote pateado, quemados, a las escondidillas; aunque nunca perdía oportunidad de darnos una dosis de buenos coscorrones a mí y a “Mayo”, los más chicos por latosos, jalones de mechas y regaños. Una vez “Mayo” y yo la abrumamos a palazos cuando entraba en una recamara, nos habíamos hecho de unos palos de escoba y exiguo valor, le dimos una buena tunda haciéndola llorar, cuando se enteró mi madre, nos dio unas buenas nalgadas con las que ya nunca nos quedaron ganas de volverlo a hacer, hasta que en una ocasión en que la “Chiquis” ya me traía finto con la palabra chillón, - eres chillón – me decía – solo los putos lloran – y se pitorreaba agarrando un estribillo con excelsa rapidez – puto, puto, puto! – no la deje completar la respiración para otro estribillo, le sorraje en la cabeza un plato extendido  de loza con milanesa, lechugas y jitomates incluidos para que se callara, solo acertó a llorar estupefacta, santo remedio, se le olvido para siempre el estribillo. En esa época nos lavábamos cada quien su ropa, le robaba las calcetas limpias de su closet, siempre muy blancas las tenía y yo todo lo contrario, y sin que se diera cuenta ya sucias se las echaba en el bote de la ropa sucia, durante unos años, cuando llegue a la adolescencia y alcance el mismo tamaño físico de ella, una vez mis padres nos dejaron en el auto mientras salían a no sé qué asunto y nos dimos un agarrón a trancazos, jalones de greñas, “cachetadones”  y patadas, que a mí me pareció como de media hora, pero solo serían unos dos minutos, en los que cuando llegaron mis padres ya estábamos calmados uno junto al otro todos despeinados y muy serios. Ya entrado en los 17 años nos dimos el último “round”, yo estaba ebrio un domingo por la noche y ella estudiando, yo sin consideraciones  le subí el volumen al aparato de sonido que ese entonces teníamos, ella le bajaba, yo le volvía a subir y ella le volvió a bajar, le vuelvo a subir y “soc” que me receta un puñetazo, nos liamos a golpes y a un amigo que se metió a separarnos también se llevó un puñetazo en medio del rostro que le hincho la boca como si le inyectaran Botox, después llego su padre a reclamar, él no concebía que la “Chiquis” hubiese sido la culpable, esa fue nuestra última pelea a golpes .
“Mayo” fue mi compañera de juegos, inseparables por muchos años, me espantaba cuando dormida se levantaba en sus etapas de sonambulismo, se quedaba viendo al frente de una manera fija y muy solemne decía -“Tospenfa”-, volviéndose a acostar, cuando ella despertaba yo la increpaba, -oye tú, ¿qué quiere decir Tospenfa?-, y me contestaba -¡no sé!, ¿apoco yo dije eso? – ya no se acordaba, nunca supimos que quería decir. Cuando ya íbamos a la escuela primaria, como no le gustaba pararse temprano se dormía con el uniforme puesto, para aprovechar el máximo de minutos, solo peinarse y vámonos, costumbre que confieso adopte muchas veces antes, pues mi madre siempre trabajo y realmente no se daba mucho cuenta de las cosas, de más grande una vez se durmió tarde estudiando para un examen, “Mayo” grito mi madre para levantarla a las 6 a.m., ella se medió incorporo somnolienta y en la cama diciendo – ya no tengo examen -   volviéndose a dormir en el acto, más adelante se despierta llorando, ¡mama!, porque no me levantaron, ¡tenía examen!, buuuuu!, le explicaron cómo se quedó dormida. En otra ocasión después de estudiar y desvelarse se acuesta a dormir y le adelanto los relojes de la casa -Mayo, Mayo, ya es hora de que te pares a la escuela-, zangoloteándola, en realidad eran como la 1 a.m., se paró, se bañó y cuando estaba terminando de vestirse, la “Gordis” que estaba todavía estudiando a esa hora la cuestiona  - y hora tú!, pinche loca ¿porque te bañas y te vistes a esta hora?-  al ver la hora real -Buuuuu!-, huelga decir que se volvió a dormir como en su antigua práctica, vestida con el uniforme de la escuela.
Cuando tenía alrededor de 10 años un amigo de mi padre me regalo una mesa de billar, bastante bien cuidada por cierto, con la cual nos engolosinábamos jugando mis amigos de la calle, de la escuela y yo a diario, una vez que no hice mi quehacer, la Gordi me llamo a la planta baja, me dijo que si no hacia el quehacer pendiente le iba a decir a mis amigos que ¡yo estaba tejiéndome un sueter!, hasta entonces como había vivido con puras hermanas mujeres aprendí a tejer, nunca caí en la cuenta de que había ciertos roles sociales destinados a cada sexo en particular, decidí no correr el riesgo de la burla de mis compañeros de juegos y a regañadientes tuve que hacer mi quehacer, ¡maldita sea!, mis cuates jugando y yo lavando trastes. Afortunadamente esas esporádicas tareas femeninas que de repente hice, no repercutieron, hasta el día de hoy no tengo empacho en ponerme una camisa rosa o morada, eso sí no afectó eso para nada mi gusto por las personas del sexo opuesto.
La tía Chela algunos años nos cuidó. Cuando en sus raros meses en que servía la televisión, mis cuatro hermanas, mi tía y mi abuela se adueñaban de ella viendo la telenovela del momento “Gutierritos”, yo les lloraba para que me dejaran ver caricaturas pero no logre nunca ablandarles el corazón, así que cuando se descomponía para mí nunca significó nada malo, no sé si por eso o por las múltiples travesuras nunca eché de menos la tele, al día de hoy casi nunca la veo.      

@Tebysas